viernes, 21 de noviembre de 2025

Vestido para la cocina

 Hoy Día Mundial del Vestido, en esta ocasión organizado por Arish del blog Taller de Sueños de Arish, celebramos no solo las prendas que nos visten, sino también aquellas que nos acompañan, protegen y cuentan nuestra historia. Y entre todas ellas, hay una que suele pasar desapercibida, discreta y fiel, pero llena de significado: el delantal 

Para este reto he hecho un poco de trampa, veréis. Mi cuñado, que es un crack, este verano me pidió que le enseñara a coser a máquina. Así comenzó el Club de la Costura, en nuestro club, los tejidos no se deseñan: Renacen.
Esta vez, una sencilla bata escolar, que alguna vez acompaño juegos, aprendizajes y días de recreo, ha encontrado una nueva forma de servir. Con unas pocas puntadas de cariño y creatividad, se ha convertido en un delantal para adulto, listo para escribir nuevas historias entre ollas, aromas y risas familiares. Aquí podéis ver la bata una vez ya recortada y comenzando a hacer nuestro particular diseño
Deshicimos toda la bata y con una de las mangas hicimos el peto del delantal y con la espalda la falda del mismo. Aprovechamos los bolsillos que llevaba y con un trozo del delantero los otros dos bolsillos que lleva en la falda. Os pongo distintas fotos para que veías, como fue el proceso creativo.
Esta metamorfosis no solo da una segunda vida a la prenda, sino que simboliza cómo la memoria textil puede convertirse en puente entre generaciones. Aquella bata que una niña llevó al cole, ahora protege a la persona que cocina para la familia. La tela conserva los ecos del pasado y lo mezcla con el calor del presente.
Además de estupendo diseñador es un gran escritor y muy creativo, escribió con ayuda de la IA esta "Loa al Compañero silencioso: El Delantal"

Desde mi taller, donde los tejidos esperan convertirse en sueños, le digo que pocas prendas poseen la honestidad y el alma de un delantal.
Lo miramos a menudo con la displicencia de lo cotidiano, sin comprender que es, en realidad, el estandarte del corazón de la casa: la cocina.

Es, primero, nuestra armadura cotidiana. Un escudo humilde de algodón o lino que se interpone entre nosotros y el fragor de la batalla culinaria. Recibe con valentía las salpicaduras de aceite hirviendo que amenazan nuestra piel, las manchas de un tomate exuberante que mancharían nuestra ropa y el polvo de harina que lo cubre todo como una nevada de invierno. Cada mancha que adorna su superficie no es una mácula; es una medalla al mérito, una cicatriz de guerra ganada en la noble tarea de alimentar a los nuestros. Se sacrifica por nosotros, y en su sacrificio, nos protege.

Es, también, el cronista de nuestra historia familiar. Observe un delantal viejo, uno que ha servido durante años. No verá un trapo gastado. Verá un mapa. Un mapa de historias tejido con hilos invisibles. Aquí, el rastro de chocolate de las manos pequeñas de un niño que “ayudaba” a hacer un pastel. Allá, la sombra violácea del vino que saltó de la copa en una celebración ruidosa y feliz. En sus fibras se impregna el aroma de la sopa de la abuela, del guiso de los domingos, del pan recién horneado. No es un tejido inerte; es un archivo de afectos, un diario sensorial de la vida compartida.

Y es, sobre todo, un abrazo. ¿Se ha detenido a pensar en el gesto, en ese sencillo acto de anudarlo a la espalda? Es un ritual. Es el momento en que uno se despoja de las preocupaciones del mundo exterior y se viste de hogar. Es el uniforme del cariño. Sus lazos no solo ciñen la cintura; nos abrazan, nos reconfortan con el calor residual del horno cercano, con el consuelo de una tarea que es puro acto de amor.

Así que no, no es solo una pieza de tela cortada de un patrón simple. Es el estandarte de la cocina, el guardián de nuestra ropa, el confidente de nuestras recetas y el primer abrazo que damos al entrar en el santuario del fuego y el alimento.

Larga vida al delantal, ese compañero silencioso y leal, cuya sencillez esconde la más profunda de las dignidades.

Aunque ha quedado una entra un poco larga, creo que ha merecido la pena enseñaros este simpático texto ideal para celebrar "El día Mundial del Vestido" porque es también celebrar la memoria y el propósito detrás de cada prenda. 
Vestir no es solo cubrir el cuerpo: es contar quiénes somos, honrar la manos que cosen, reparan y transforman.
Y hoy, ese homenaje se lo dedicamos al delantal: símbolo del trabajo, cariño y hogar.
Y nada más, agradecer a Pilar su estupenda organización y animaros a todas a visitar a las participantes en este reto anual. Nos vemos en el siguiente reto.

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